DOS LÁGRIMAS
No se sabe bien cuál
fue la razón por la que, tras siglos de inútil huida, de petrificado ascenso,
de elevación hacia lo alto del blanco mármol, de paralización de su
metamorfosis vegetal en imagen de laurel inacabado, apenas abrazada por la mano
febril de su amante de rostro doliente y asombrado, no se sabe bien qué le hizo
volver por un instante el rostro hacia el joven Apolo.
Lo cierto es que,
tras siglos de huida inútil y asustada, descubrió que de los ojos amorosos y
bellos de su perseguidor resbalaban dos lágrimas.
Dos lágrimas que, tal
vez puestas ahí por la mano sabia y comprensiva de Bernini, habían estado
brillando en sus mejillas durante siglos.
De nada sirvió
entonces el efecto de la vengativa flecha que Cupido clavó en ella.
Volviendo sobre sus
pasos, Dafne, recuperando su figura esbelta y desprendiendo de su cuerpo
cualquier señal de vegetal sonrió por fin comprendiendo satisfecha que el
destino de los amantes no lo dirigen los dioses.
Cuando aquella mañana
los visitantes de Villa Borghese penetraron en la sala vieron, sorprendidos,
que los dos jóvenes que durante años protagonizaron la imposible pasión amorosa
que tan bellamente alguien plasmó en mármol, yacían ahora juntos, abrazados y
dormidos, sobre un lecho de hojas de laurel.
Jorge Mato Huelves
Guadalajara 27 de abril de 2009
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