PURA MECÁNICA
Todos los lunes esperaba con ansiedad el
momento del encuentro.
Se le hacía eterno el tiempo que
transcurría entre la salida de su garaje, en el centro de la ciudad y la
llegada a la pequeña carretera del extrarradio que le conduciría a su
presencia.
Por eso, aún a riesgo de ser sorprendida
por alguna pareja de los motoristas de tráfico, aceleraba hasta alcanzar unos
puntos de velocidad realmente arriesgados.
Pero, una vez juntos, sentía cómo, tras
ser penetrada, se derramaba en su interior aquel licor divino que le devolvía
la vida que, en el entreacto larguísimo de una semana, casi la había
abandonado.
Es cierto que era una relación
únicamente posible previo pago del servicio.
Pero, en el fondo, en cierto modo, se
podría pensar que era casi una forma de amor.
No estaba segura de que los demás
compartiesen esa opinión, pero, después de todo ¿Por qué no pueden amarse una
motocicleta y un surtidor de gasolina?
Jorge Mato Huelves
Guadalajara 19 de noviembre de 2007
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