DE NUEVO EL CINE Y TAMBIÉN LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS ESTÁN PRESENTES.
CRIMEN PASIONAL
No pudo más.
Durante mucho tiempo intentó dominar sus
instintos agresivos, que le incitaban a hacer desaparecer de este mundo a aquel
que había sido capaz de enamorar a la mujer de su vida.
Aquel día, sin el menor atisbo de
piedad, partió en dos la fotografía e hizo añicos el rostro de Gregory Peck,
dejando para siempre sola a lomos de la Vespa a su amada.
Ya, durante el resto de su vida, podría
imaginar que era él quien llevaba cogida a su cintura a Audrey Hepburn por las calles de Roma.
Jorge Mato Huelves
Guadalajara 18 de noviembre de 2007
NARCISO.COM
La noche era para él el momento más deseado de la jornada.
Después de un intenso día de trabajo, llegaba la hora en la que,
encendiendo el ordenador, se sentaba a redactar sobre la pantalla en blanco, su
mensaje diario, aquellas líneas que iban surgiendo desde lo más profundo de su
alma:
Amor mío, una vez más estoy aquí contigo en esta mágica hora de la
noche. En este delicioso silencio que me envuelve y que impregna todo mi ser de
esa necesidad ya inevitable de escribirte, noche tras noche, desde lo más hondo
de mí.
No sabes cómo ansío que tu presencia se haga alguna vez realidad.
No puedes imaginar cómo mi cuerpo desea tener ya de una vez y para
siempre, el tuyo.
No puedo soportar un día más sin tenerte entre mis brazos.
No sabría explicarte con palabras lo imprescindible que es para mí que
tu presencia a mi lado sea un hecho.
Ya no me basta esta comunicación por la red.
Te amo y te deseo.
Deslizó el cursor sobre la tecla de enviar y apretó el botón de aceptar
en el ratón.
El mensaje inició su recorrido a través de esos caminos misteriosos de
la red que, cruzando medio mundo, le conducirían a su destino.
Se acostó esperando con impaciencia y con ilusión la llegada del nuevo
día que le traería la respuesta.
Llegó la noche.
La jornada había sido agotadora pero, por fin, pudo sentarse, envuelto
en el silencio de la casa, ante el ordenador.
Encendió la pantalla, tecleó la clave de su correo electrónico y abrió
la lista de nuevos mensajes recibidos.
Allí estaba, como había deseado, la respuesta.
Abrió el mensaje y leyó, sintiendo cómo su corazón se aceleraba:
Amor mío, una vez más estoy aquí contigo en esta mágica hora de la
noche. En este delicioso silencio que e envuelve y que impregna todo mi ser de
esa necesidad ya inevitable de escribirte, noche tras noche, desde lo más hondo
de mi ser.
No sabes como ansío que tu presencia se haga alguna vez realidad.
No puedes imaginar cómo mi cuerpo desea tener ya de una vez y para
siempre, el tuyo.
No puedo soportar un día más sin tenerte entre mis brazos.
No sabría explicarte con palabras lo imprescindible que es para mí que
tu presencia a mi lado sea un hecho.
Ya no me basta esta comunicación por la red.
Te amo y te deseo.
Aquella noche durmió soñando con este amor que hacía que, en los
últimos tiempos, la vida le pareciera maravillosa.
Jorge Mato Huelves
Guadalajara 21 de noviembre de 2007
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