EL LEMA ESTA VEZ ERA "MALOS DE CUENTO" Y YO PLANTEÉ LA PARADOJA DE QUE EL BIEN TIENE SU RAZÓN DE SER CURIOSAMENTE EN LA EXISTENCIA DEL MAL.
BUENO, Y OTRAS COSAS...AHÍ VA EL CUENTO.
REBELIÓN
El viejo escritor se enfrentó de nuevo a la
creación de un relato que tuviese la suficiente fuerza para que el jurado de
aquel concurso de narraciones breves se fijase en sus cualidades y le
seleccionara entre los ganadores.
Una y otra vez había intentado poder
figurar entre aquella élite de creadores que tienen ya su nombre escrito en las
listas de profesionales de la literatura.
Durante muchos años, de forma tesonera y
oculto en su pequeño despacho de aquella casa escondida entre las callejuelas
más recoletas de la pequeña ciudad, había dado rienda suelta a su imaginación
en multitud de narraciones llenas de fantasía y creatividad.
En su mesa se amontonaban los manuscritos
encriptados en pequeñas carpetas en cada una de las cuáles figuraban, escritos
con letra elegante, el título y la fecha en que habían sido terminados.
Una y otra vez había presentado sus
creaciones literarias a diversas convocatorias con la esperanza de conseguir alguno
de los premios ofertados y, una y otra vez, sus trabajos pasaban a formar parte
de esa multitud de creadores anónimos, de esa colección de gentes entusiastas
que escondidos en sus casas, bajo la luz de la lámpara de mesa, pasan horas y
horas dejando sobre el papel plasmadas todas aquellas palabras, todas aquellas ideas
y sueños que, tal vez algún día, hagan posible que sus esperanzas se vean
satisfechas.
Esta vez, el tema propuesto era
endiabladamente complicado. Bajo su aparente simplicidad escondía un reto
espinoso y difícil de superar: un cuento para niños.
Nada hay tan sencillo en su apariencia, tan
inocente en su aspecto como un niño.
Sin embargo, nada tan difícil de conseguir
como el interés de un niño.
Durante años, siglos realmente, los
creadores de cuentos infantiles han escrito auténticas narraciones para adultos
llenas de moralejas, recomendaciones y demás zarandajas que a los niños les
importan un comino.
Mediante los cuentos se ha pretendido ir
modelando conductas, tallando personalidades y, en definitiva, ir educando a
los nuevos miembros de la sociedad, todavía pequeñas figuritas de arcilla que
es posible formatear, para que sean ciudadanos ejemplares e hijos obedientes y
sumisos.
Pero un cuento para niños debería estar
dotado de una magia especial, pensaba, que les haga entender la vida como algo
digno de ser disfrutado, como un mundo en el que ellos sean parte, una parte
importante junto al resto.
Debería eliminar en su relato cualquier
elemento que hiciese referencia a lo feo, a lo no apetecible, a lo no deseado.
En su relato idealizaría el mundo para sus pequeños lectores.
Intentó volver a ser niño; trató de dar
marcha atrás en su cerebro, como si fuese una cinta de video que se pudiese
manipular, hasta conseguir situarse en aquellos años en los que el mundo era un
lugar esplendoroso. Pero no era posible. Todo lo que pensaba, todo cuanto se le
ocurría, en un esfuerzo vano de comportarse como un niño era filtrado a través
de su experiencia de adulto. Ni siquiera con la imaginación uno puede retornar
hacia atrás en la vida. La experiencia nos aplasta y no es posible desprenderse
de lo vivido.
A pesar de ello avanzó en el relato.
La historia, surgida de una breve idea, de
una sucinta frase de comienzo, (¨lo malo no existe¨), avanzaba con paso lento.
Los personajes iban surgiendo casi sin que él lo percibiera. Se iban
conformando casi directamente sobre el papel sin que apenas tuviera en sus
manos la posibilidad de manipularlos. Existían por sí mismos. Era, como no
podía ser de otra manera, una narración para niños en la que los personajes
eran niños.
Su historia de niños inocentes y hermosos
era también una hermosa historia de hechos, lugares y acontecimientos ideales
sin que en ningún momento de la narración apareciese el menor atisbo de
emociones desagradables.
La narración estaba prácticamente
conseguida. Sólo le quedaba rematarla con un final inesperado y sorprendente
tal como tenía por costumbre.
Aquella noche, cansado pero satisfecho,
dejó su lápiz sobre el último folio escrito y se acostó con la intención de
terminar su cuento a la mañana siguiente.
Apagó la lámpara y dejó el despacho apenas
iluminado por la claridad de la luna que esa noche, en todo su esplendor, se
colaba a través de la ventana sobre la mesa del escritorio.
Pero algo extraño empezó a notarse en aquel
cuarto. Una especie de neblina fosforescente se iba derramando sobre la mesa y,
poco a poco, en los libros apilados en las estanterías se empezó a notar como
un pequeño temblor; sus páginas fueron abriéndose y, de entre ellas, pequeños
personajes, a modo de holografías, surgían y, uno a uno, se deslizaban como
diminutas figuras hasta la mesa donde reposaban los folios recién escritos
hasta agruparse en una pequeña multitud.
Sentados sobre las carpetas, lapiceros,
sacapuntas y demás objetos existentes sobre la mesa, con caras enfadadas y gestos
de preocupación se miraban unos a otros a la espera de que alguno de ellos
tomase la iniciativa.
Allí estaban, con cara de circunstancias,
el Lobo de Caperucita, la Bruja
de Hansel y Gretel; el Lobo de Los Tres Cerditos, primo lejano del de
Caperucita, si bien aquel tenía una posición económica algo mejor al haber
fundado una empresa de demoliciones.
El Ogro con las botas de Siete Leguas, que
calzaba casi el mismo pie que La
Bestia , en un extremo de la mesa, ambos sentados sobre un
grueso diccionario, chupaban una piruleta que habían cogido al pasar por la Casita de Chocolate.
Una multitud de dragones, jorobados, gentes
deformes con caras horrendas, elegantes malvados, ricachones como Mr. Scrooge y
animales con cuerpos extraños, murmuraban entre ellos con preocupación.
El asunto que allí se debatía era su propia
supervivencia.
¿Qué sería de ellos si cundía el ejemplo
que aquel insensato pretendía difundir con su relato caso de resultar ganador:
Hacer desaparecer del mundo de los cuentos cualquier indicio de malicia,
cualquier personaje que pudiera ni siquiera causar un leve estremecimiento de
temor en los niños?
¿Es que no comprendía que este mundo es
mágico y apetecible gracias a que somos capaces de eliminar todo lo malo, de
vencer todo lo no deseable, de suprimir todo lo que se opone a nuestra
felicidad?
Lo blanco existe gracias a la existencia de
lo negro; lo fácil porque a veces encontramos la dificultad; la alegría porque
a veces lloramos.
El Yin y el Yang, D. Quijote y Sancho, el
Dr. Jekyll y Mr. Hyde; el Amor y Los Celos, Caperucita y El Lobo Feroz; toda la
literatura universal está cuajada de personajes míticos que representan las dos
caras de la moneda.
El hilo conductor de La Vida se fundamenta en la
existencia de lo positivo como consecuencia de su oposición a lo negativo.
Lo Bello no existiría sin Lo Feo.
Ni La Felicidad sin La Tristeza.
Era imprescindible buscar una solución.
La encontraron en la cesta repleta de rojas
manzanas revestidas de caramelo de la astuta madrastra de Blancanieves,
aquellas manzanas capaces de adormecer durante siglos a quien las probase.
Cuando amaneció, impaciente por finalizar
su relato, el viejo escritor se sentó con ansias renovadas sobre su escritorio.
Su mano cogió despreocupadamente aquella
jugosa manzana que se le ofrecía apetecible en aquel amanecer hermoso que le
permitiría concluir su narración, mecanografiarla y enviarla a la dirección
propuesta en las bases.
Mientras escribía con su mano derecha, mordió con apetito la manzana que sostenía
con su mano izquierda.
Durante otro largo periodo de tiempo, Los
Malos de Los Cuentos podrían vivir tranquilos.
Me encanta Jorge, ¡qué original! No me extraña que ganases el premio. Sigue escribiendo cosillas.
ResponderEliminarGracias Fernando. Me alegra que te guste porque eso me anima a seguir.Un abrazo y buen verano
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